La vida cisterciense

La respuesta concreta a la llamada de Dios a través del evangelio.

La vida cisterciense, hoy como antaño y siempre, es un eco viviente del evangelio, la respuesta concreta a la llamada de Dios a través del evangelio.

Su actualidad se aparece cada vez más claramente a medida que la edad y la experiencia hacen encontrar situaciones concretas más numerosas y nuevos aspectos de la vida monástica. Que es de una perfecta actualidad. Sobre todo en las grandes líneas de su enseñanza espiritual, pero también en muchos detalles a través de los cuales regula la vida de las monjas, aunque puedan parecer pasados de moda, ya por la forma que revisten, o por la realidad misma que proponen. A condición evidente que se sepan leer. Porqué de las formas a veces articuladas de un pasado que fue, se descubre actualmente una realidad espiritual siempre válida para la vida monástica y que debemos guardar a todo precio, aún cuando el signo a través del cual se nos presenta no sea actual.

Más bien se trata de buscar el signo nuevo apto para expresar que existe una realidad que no ha perdido nada de su valor. Buscar a Dios, es esencial, consiste en recoger con fe, amor y humildad, las normas de la vida cristiana que nos marcan las Constituciones y la Regla, nosotras las aceptamos el día de nuestro compromiso. Viviéndolas desde el interior en profundidad, iremos descubriendo día tras día su riqueza y significado.

Es entonces cuando con una mayor fidelidad, modificar tal detalle desusado, integra el valor enriquecedor en el mundo contemporáneo que a veces nos reclama.

Con gran amor queremos responder invitando a todas, “esta voz del Señor que nos invita”a disfrutar la ternura del Dios, que nos muestra por si mismo el sendero de la vida: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Dice en el evangelio:
Yo soy el camino, la verdad y la vida

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